Tras la consulta a la población europea realizada en los meses de julio y agosto del presente año, sobre la posibilidad de eliminar el cambio de huso horario entre invierno y verano, España manifestó una rotunda negación del 93% a la Comisión Europea, para no continuar con del hábito establecido desde 1980. Ha quedado perfectamente claro que en Europa del sur se pretende eliminar el cambio de huso horario dos veces al año.
La realidad expuesta por los expertos generada periódicamente indica que, debido a la latitud en la que se ubica nuestro país, no se atisban grandes ventajas ni tampoco desventajas por mantener un sempiterno huso horario.
La humanidad desde su origen ha pretendido sincronizar sus acciones, comenzando por la sincronía de nuestro astro rey, hasta el mapeo del tiempo segmentado en años. Desde la época de los egipcios, donde se iniciaron las mediciones del tiempo mediante relojes solares, pasando por los relojes que comenzaron a instalarse en las torres de las iglesias y catedrales en el siglo XIV, constituidos por enormes mecanismos de poleas, pesas y engranajes, hasta nuestros tiempos modernos en los que el tiempo se ha convertido en algo más que un instrumento para ordenar y sincronizar a una sociedad. Todo esto ha permitido al hombre poner caducidad a sus acciones y expresar de una forma lineal la historia a lo largo del tiempo.
Sin embargo, racionalizar y fraccionar el concepto del tiempo es una invención humana pensada, desarrollada e implantada para poder sincronizar las acciones que diariamente realiza nuestra sociedad. Al igual que las líneas rectas inexistentes en la naturaleza (salvo la línea visible en el horizonte desde una costa de un profundo océano) o los círculos perfectos (salvo el sol y la luna), todo ha sido creado por el hombre buscando una simetría, perfección y sincronismo, reflejándose en las construcciones de las últimas civilizaciones.
No obstante, no podemos obviar que la naturaleza, incluidos los seres vivos constituidos por materia orgánica, es analógica, imperfecta, impredecible y asíncrona. Nuestras acciones, funciones fisiológicas, pensamientos y en general todo constituyente de la vida, no funciona mediante ningún reloj preciso interno. Las acciones que vivimos diariamente son aleatorias e imprevisibles en nuestro trabajo, día a día, las tareas que hacemos duran lo que duran y nunca se repiten en un mismo tiempo y sin embargo nosotros y no sin esfuerzo debemos hacer que encajen en las marcas síncronas de tiempo que nos hemos, o nos han fijado.
Todo lo expuesto entra frontalmente en contienda, dada la gran revolución tecnológica a la que nosotros mismos nos estamos sometiendo, en el que el inminente mundo que nos precede constituido por microprocesadores, robots, inteligencia artificial, y todos los derivados de la tecnología de un futuro presente y próximo funciona con una extremada sincronía y precisión.
¿Y ahora nos estamos cuestionando el desuso del cambio de huso horario?, cuando nuestras jóvenes generaciones son incapaces de concertar una cita con un día de antelación ya que, la inmediatez asíncrona que la tecnología de los teléfonos móviles pone al alcance de sus manos, no exige ningún esfuerzo para planificar su próximo encuentro.
Tras esta reflexión asíncrona del tiempo, sincronizada con el instante de la propuesta del desuso del huso, lo único que nos queda es esperar hasta el siguiente sincronismo de 2019 en el que la Comisión Europea generará su veredicto para conocer cuál será el destino del uso de husos en Europa. Ante la posterior decisión de España, el próximo domingo 27 de octubre de 2019 podría ser el último cambio de huso horario de nuestras vidas.
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